Como una herida abierta en las profundidades de la tierra, emanando ácido sulfúrico y gases tóxicos, Te Puia o Whakaari (en maorí), es un lugar abrumador, y viajar allí se convierte en una experiencia para la vista, el oído y el olfato diferente a cualquier otra.
Esta isla-volcán podría entrar en erupción en cualquier momento. Se encuentra a 48 kilómetros al norte de Nueva Zelanda, justo donde las placas indo-australiana y la del Pacífico chocan.
Allí no es difícil imaginarse a los personajes de Julio Verne descendiendo a las puertas del inframundo, en algún lugar de esta isla casi circular, de tan sólo unos 2 kilómetros de diámetro.
Pero lo que hace especial a este volcán es su accesibilidad: sin mucho esfuerzo, sin tener que escalar grandes distancias, es posible llegar a su caldera en ebullición, que se encuentra a una altura cercana al nivel del mar.
El paisaje está en constante mutación y cambia en función de lo que la actividad geotérmica dispone.
La última erupción fue en 2001.
No hay muchos lugares en el mundo donde puedas pasearte tan cerca del cráter de un volcán activo y puedas oírlo, rugiendo ácido hirviendo.
Compara el tamaño del lago con el de los visitantes que se aventuran hasta el borde del cráter principal, a la izquierda.
¿Necesitas deshacerte de alguna prueba incriminatoria?
El cráter mantiene temperaturas de alrededor de 80° C, aunque han sido registrados hasta 800° C, y tiene un nivel de acidez fuera de escala.
En el interior del cráter no hay vegetación que sobreviva en un medio ácido tan hostil. Lo único que crece aquí son columnas de vapor de gases en ebullición que se levantan de las grietas del suelo.
También es interesante pasearse por los restos oxidados de la planta de procesamiento de azufre, abandonada desde los años trenta del siglo pasado.
En 1914 un asentamiento minero anterior fue completamente arrasado, cuando un flanco de la pared del cráter se derrumbó, ocasionando una devastadora avalancha.
Los diez trabajadores del campamento nunca fueron encontrados. Sólo sobrevivió el gato.
Al igual que en política, en White Island la corrupción se extiende con rapidez.
Un pequeño torrente con las mejores delicatessen volcánicas corre por el suelo del cráter.
Whakaari tiene un aspecto distintivo desde el cielo, con su flujo de pintura vertiéndose al mar por la parte del cono derrumbada.
La bahía de azufre, donde fluye el río del infierno.
Estas lustrosas rocas rojas reciben a los visitantes que llegan por mar, cerca del muelle.
Puede parecer exagerado que las agencias de viaje entreguen máscaras de gas. Sin embargo, hay altos niveles de dióxido de azufre en el aire. Ésto aumenta la percepción de peligro, y con ello la sensación de que ésta no es la típica excursión turística.
¿Ves el helicóptero rojo al fondo? Se puede llegar a la isla después de una hora y media en barco desde la costa principal de Nueva Zelanda, o volando en un rato.
Ésta es una foto de antes de la era digital, tomada en 1987.
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