Norilsk, La Ciudad Infernal
·10 grados centígrados bajo cero se considera "clima cálido".
·Esta ciudad se asienta en el permafrost, así que los edificios se deterioran rápidamente y la mayoría están en ruinas.
·La contaminación industrial está a la par con las peores ciudades en China - es oficialmente una de las diez ciudades más contaminadas del mundo.
·No hay personas sin hogar, porque nadie puede sobrevivir a 56 grados bajo cero.
·Tienen, literalmente, 45 días de noche - la noche triste, miserable del Ártico.
·La ciudad a menudo padece grandes vientos, hasta 25 metros por segundo.
Con
temperaturas que suelen alcanzar los 50 grados bajo cero en invierno,
con 45 días anuales de noche perpetua y otros 45 en los que no llega a
ponerse el sol, vivir allí ya resultaría incómodo por motivos puramente
meteorológicos, pero es que además Norilsk ocupa un puesto destacado
entre las ciudades más contaminadas del mundo. Las factorías humeantes
que la rodean por todos los puntos cardinales -da igual de dónde sople
el viento, porque siempre encontrará alguna chimenea en su camino hacia
las casas- inundan el casco urbano de emisiones tóxicas. En Norilsk, el
aire huele y sabe a azufre, la nieve adquiere tonos amarillentos o
negruzcos y la esperanza media de vida de los obreros es diez años menor
que en el resto de Rusia. Los pocos árboles que se ven en un radio de
50 kilómetros están muertos.
¿Qué hace que
unas 140.000 personas estén en ese rincón hostil al que, durante muchos
años, solo se podía llegar en barcazas? La clave está en el subsuelo,
donde se oculta el mayor yacimiento de níquel y paladio de todo el
planeta. Esa riqueza mineral está detrás de los orígenes de la ciudad,
tan terribles como sus condiciones de vida: durante décadas, Norilsk fue
simplemente un campo de trabajos forzados, parte del siniestro gulag
soviético. Decenas de miles de prisioneros murieron en el proceso de
excavar las minas en el suelo congelado y tender vías de tren: cuentan
los historiadores que ni siquiera había que vigilar mucho a los
condenados, porque no existía ningún sitio al que escapar.
Todavía hoy, el
deshielo -ese momento de rara felicidad en una ciudad cubierta de nieve
durante 250 días al año- sigue sacando a la luz los huesos de
presidiarios sepultados en el balasto de las vías. Hasta la caída del
régimen soviético, la versión oficial contó que los fundadores de la
ciudad habían sido heroicos «voluntarios», dispuestos a sacrificarse por
el avance de la industria.
A este
deprimente panorama se suma, por supuesto, la estética de la ciudad, un
mamotreto socialista de aburridas avenidas que parece diseñado para no
gustar. Claro que todo es relativo, y hasta el infierno puede parecer un
lugar acogedor si ha sido siempre tu casa: «Mis recuerdos de Norilsk
son estupendos -explica Inna Skavitina, una joven que creció en la
remota ciudad siberiana-. Patinaba, esquiaba, llegaba a casa a las dos
de la madrugada y parecía que eran las cinco de la tarde, no iba al
colegio la mitad del tiempo por las malas condiciones meteorológicas...
La oscuridad también está muy bien, porque es la época en la que se
producen las auroras boreales y la ciudad se ve hermosa, toda iluminada.
Esos son mis recuerdos».
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