Al norte de los Urales, cuando estos dejan atrás la vegetación para convertirse en aterciopeladas colinas que se pierden en el horizonte, se levantan majestuosamente siete gigantes.
Siete colosos de piedra que, en medio de la nada, parecen haber hecho
un alto en el camino para contemplar el paisaje desde la cima de un
altiplano. Con alturas que van desde los 30 hasta los 42 metros, estos siete moais,
que la naturaleza ha moldeado durante más de 200 millones de años,
forman uno de los legados geológicos más impresionantes y mágicos del
planeta.
La formación geológica de Man-Pupu-Nyor (“pequeña montaña de los dioses” en idioma mansi ) se encuentra en un inhóspito y remoto paraje de la República Komi.
Los siete tótems de piedra que forman este monumental conjunto no sólo
asombran por su ubicación, dimensiones e imponente presencia, sino
también por sus increíbles formas (algunos de ellos son más estrechos en
la base) y caprichosa disposición (seis se encuentran agrupados
mientras que el séptimo parece observarlos a lo lejos).
Este
singular fenómeno, que desde tiempos inmemoriales ha sido fuente de
todo tipo de fábulas y leyendas, se originó hace unos 200-300 millones
de años, cuando en ese lugar se erigía una montaña. Con el paso del
tiempo, la erosión provocada por la lluvia, viento, heladas y demás
fenómenos meteorológicos han ido desgastando su superfície hasta dejar
los siete pilares que se conservan actualmente. En los Urales (una
de las cordilleras más antiguas de la Tierra) podemos encontrar otras
formaciones que guardan cierta similitud con Man-Pupu-Nyor, pero ninguna de ellas la igualan en dimensiones y espectacularidad.
Ancestralmente, el acceso a este paraje estaba reservado a los chamanes de los pueblos mansi.
A su alrededor se formaron múltiples leyendas, en las que el
denominador común solía ser el enfrentamiento entre un chamán y un grupo
de gigantes. Según una de las más extendidas, un chamán habría
pronunciado un conjuro para convertir en piedra seis malvados gigantes
que pretendían cruzar la cordillera, pero con la mala fortuna de caer él
también víctima del encantamiento; dando así explicación a la
distribución de los pilares (seis agrupados y uno más apartado).
Debido a su remota ubicación,
el acceso a Man-Pupu-Nyor está reservado a excursionistas bien
preparados o viajeros que cuenten con medios como helicópteros o motos
de nieve.
El clima continental extremo de la región hace que los siete gigantes de piedra adquieran muchos aspectos diferentes en función del momento del día y condiciones meteorológicas, en una metamorfosis sin fin que no deja de sorprender.